lunes, 10 de noviembre de 2008

San Petersburgo

Siendo Rusia, y en especial Leningrado, los protagonistas de la crónica del viaje, no prometo que sea corta, que cuatro días han dado para mucho.


Y es que el jueves salimos a las 8 de la mañana para San Petersburgo, a partir de ahora referida en este post como Leningrado, que así fue llamada por muchos años, y además es más corto de escribir. El viaje de ida hacia allá no merece más comentario que el que, a pesar de que Leningrado esté más cerca que Helsinki desde Lappeenranta, se tarda catorce veces más. La explicación a esto no es otra que, entre fineses y rusos, hay que bajarse del autobús y pasar por toda suerte de controles para evitar que puedas matar a alguien, o dinamitar un teatro lleno de gente.

San Petersburgo se ha revelado como la ciudad del oro y el mármol, hecha toda de una vez y por encargo de la dinastía Romanov, pensada para ser visitada en dos meses y no en cuatro días. Con 600 palacios que visitar (no es un número al azar, son los que hay), el trip no daba para tanto, así que hubo que hacer selección de lo más importante. Con respecto a visitas importantes, la del palacio de verano de los zares, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, la Catedral de San Isaac (foto izquierda), el Hermitage, y la Catedral de la Sangre Derramada, esta última en la foto de arriba siendo testigo del típico baile ruso de dos payasos.

No todo fue cultura en estado puro, sino que había organizadas varias actividades. Y es que sin pretenderlo, una de ellas se convirtió en lo mejor de estos días: RUSSIAN DINNER. Se anunciaba como una cena en un típico restaurante ruso, con música folk, con vodka ruso. Sin embargo, desconocíamos cómo son las típicas cenas y brindis rusos: antes de empezar a comer, hay que beber un primer chupito de vodka brindando por algo importante (en nuestro caso creo que fue la salud), y luego oler pan ruso, para despues darle un bocado. Ya entonces puedes empezar a comer comida rusa... hasta que han pasado escasos minutos. Entonces viene el segundo chupito, en el que ahora hay que brindar por la amistad. Siguiendo esta costumbre de cenar, empezaron a encadenarse brindis de vodka ruso por motivos absurdos que no recuerdo, pero que servían como mala excusa para seguir bebiendo. Esto también es típico ruso, no fue cosa nuestra.

Varias anécdotas que resaltar del viaje, principalmente dos: la primera, que estando tan ricamente después de la cena rusa en una discoteca muy famosa de por allí, entraron veinte geos rusos con sus correspondientes pasamontañas y metralletas (no es exageración), pararon la música, y nos tuvieron retenidos dentro un buen rato sin música ni nada. Los rumores iban desde que había drogas por medio (lo cual no tiene sentido porque si no, uno no entra con armamento) hasta que había una amenaza de bomba. Al final todos al hotel de una pieza.

La otra anécdota tiene que ver con la histérica legislación rusa. Y es que en ningún metro de Rusia se pueden hacer fotos por si eres un checheno y quieres volar el metro. Yo no conocía la norma, así que me lié a hacer fotos. En la salida del metro, me esperaban dos "agradables" policías que "amablemente" me hicieron borrar las fotos y ponerme la multa correspondiente de 100 rublos.

En fin, gran ciudad la de San Petersburgo, que merece otra visita aunque sea pequeña en mayo, a la vuelta del viaje a Moscú. Como foto final, la del Palacio de Invierno con el río Neva:



PD: En Leningrado, el capitalismo ha entrado hasta la cocina.

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