Después de la odisea que supuso llegar hasta Tallinn, una vez allí la cosa no dejó de complicarse. Como nos habíamos dejado también en el hostal los papeles de la reserva del hostal en Tallinn (en donde venían unas oportunas indicaciones para llegar hasta él), empezamos a vagar por el mundo sin rumbo fijo. A base de caminar sobre el empedradísimo suelo de Tallinn, que debió ser en su época (y sigue siendo) una máquina de tortura, conseguimos encontrarlo.Después del partido, discoteca, dormir en el hostal y un rato de no-visitar Tallinn (lo dejo para otra ocasión, cuando vengan mis padres por ejemplo). Lo única conclusión que saqué fue que han convertido a la ciudad en una especie de parque temático medieval, con campesinos disfrazados regalando cosos garrapiñados por todos lados. Para terminar cogimos el ferry con destino Helsinki para pillar un tren que nos llevara de vuelta a Lappeenranta. En la foto, la "pipol" en la cubierta del barco del horror, llamado así porque se movía como mil demonios.


0 comentarios:
Publicar un comentario